- AGO 2012
- Temas Sociales
No buscábamos un alumno que respondiera
preguntas, queríamos uno que las formulase.
Muchos presumen de ello pero son pocos los que
consiguen cambiar el mundo. Maria Montessori, pedagoga italiana, es una de esas
excepciones.
Su revolución fue aparentemente simple. Detectó
importantes fallos en el sistema educativo y decidió corregirlo aplicando el
método científico, determinando con ello la mejor forma de aprendizaje para el
niño. Su propuesta era clara. Responsabilidad individual en un marco controlado
por el profesor. Que el alumno aprendiera a su ritmo, con un sistema que
respetara sus tiempos, experimentando las consecuencias de sus propias
decisiones. Aprendiendo libremente sin libros que frenasen su crecimiento, sin
planes docentes que dictasen su aprendizaje, sin profesores que determinasen
sus límites, sin burócratas que marcasen su itinerario. Equivocándose de vez en
cuando, pero mejorando después de cada error.
Su metodología aplica diferentes enfoques en
función de la edad. Se considera la etapa entre los 0 y los 6 años como una
fase de exploración, el mundo está allí para ser descubierto. El niño tiene
completa libertad para realizar la actividad que él decida. Cuando se aburre,
descansa, hasta que entre de nuevo la curiosidad por aprender. De los 6 a los
12 años es la etapa en la que aprenden a pensar de forma crítica, se crea el
marco para que los niños cuestionen todo aquello que les rodea, al mismo tiempo
que descubren el porqué de las cosas. Y de los 12 en arriba se le escapa un
poco la propuesta de las manos, con temas como el ecologismo y la solidaridad
de fondo, pero bien, perdonaremos esto último a Maria. Lo importante es que su
método formaba personas independientes para un mundo que las necesitaba con
urgencia.
En España los defensores del sistema son una minoría.
Nosotros apostamos por un sistema mediocre que crea personas mediocres, éste es
nuestro modelo. Memorizar como cabras información sin la más mínima utilidad.
Uno de los argumentos a favor del sistema actual es aquella historia de las
competencias básicas. Es ridículo. La única competencia básica es pensar. Que
un niño no sepa hacer divisiones de dos cifras resulta irrelevante, otro niño
-y futuro matemático- ya solucionará estos problemas de forma mucho más rápida.
Así funciona la economía, especialización en función de nuestras aptitudes.
Al final, aprender no consistía en memorizar la
revolución francesa de un libro de texto sino en buscar en Wikipedia quién era
Rousseau. No era cuestión de obtener un 10 en un test irrelevante sino de
cuestionar aquella verdad que se planteaba en el examen. Ni pizarras digitales,
ni iPads, ni ningún otro juguete, necesitábamos que los niños aprendieran a
pensar, que fueran críticos con el mundo que les rodeaba. No buscábamos un
alumno que respondiera preguntas, queríamos uno que las formulase. Yo
contestando en un examen cuáles eran los problemas del cambio climático, cuando
el cambio climático en realidad no existía. Algunos hemos conseguido escapar
del sistema pero allí seguirán los indignados proclamando que tener una
vivienda es un derecho más, víctimas, todos ellos, de un modelo educativo que
no les enseñó a estructurar su pensamiento.
Larry Page, co-founder y CEO de Google, estudió
en una escuela que seguía el método Montessori. Es evidente que si nadie le
hubiera enseñado la importancia de cuestionar lo incuestionable quizá Google
habría aceptado la censura del gobierno chino, aunque claro está, si nadie le
hubiera enseñado a pensar en libertad, seguramente Larry Page no hubiera
inventado nunca Google.
Twitter: @joantubau
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